lunes, 1 de marzo de 2010

"ODIO A LAS BANDAS Y MUSICOS NACIONALES"


Muéstrame a cualquier individuo que alguna vez haya dicho que no quería ser popular y te mostraré a un tipo asustado… Es más seguro decir que la popularidad apesta porque te permite perdonarte a ti mismo si tu apestas”. (Almost Famous).


Una frase que se aplica a los dimes y diretes venezolanos entre músicos que jamás se lo dicen públicamente durante sus encuentros en locales y conciertos. Y no es que yo odie a los músicos de este país, no puedes odiar a gente que nunca has querido, es contradictorio.


Mi relación con las bandas y músicos es totalmente honesta, me disfruto sus composiciones, buena música y disposición de crear arte, excelentes canciones y contribuir con la escena nacional. Hasta compartimos tragos y agradables charlas no sólo de música, sino de libros, cine, política, curiosidades, etc.


¿Han visto una banda de rock tocando ante una mordaz audiencia de músicos? Es el acto de violación más grande que pueden sufrir en tarima. Todos lo miran esperando a que se equivoquen, cuentan los tiempos, la métrica, acordes, escalas, técnica, es como ponerlos en un matadero. Hay una complicidad en el ambiente, es la comidilla del momento… esa banda ha sido medida, pesada, hurgada, estudiada y al final todos se tomarán unas cervezas en el camerino, junto a ellos, con las frases hipócritas: “excelente show man” o el típico “la están pateando, me lo disfruté mucho”.


Es cierto que mi posición es más cómoda, al final soy periodista, puedo decir lo que pienso en el momento, en honor a mi fidelidad como individuo. Creo que por más atorrante que lo parezca, al final del día, entenderán que fue el gesto más amigable de la velada, sin adornos, sin rodeos y con la garantía de que no existe resentimiento de mi parte.


Frases típicas de pasillos entre músicos:


- “Esa banda es de puro hijos de papá y mamá, por eso suenan en radio”.

Yo me pregunto si en un país en el que el porcentaje de pobreza es grande, ¿acaso tener un instrumento no es un lujo? Hay gente que se lo gana trabajando y si el caso es que se lo regalan los padres, qué bien que le incentiven el gusto cultural ¿por eso hay que cuestionar las ganas de expresión de un músico?. Propongo no escuchar Blur ni Radiohead porque vienen de familias adineradas. Lars Ulrich de Metalllica viene de una familia millonaria que le apoyaba sus caprichos, al punto de ser jugador profesional de tenis.


- “Hacen música comercial para pegar”

Si tomamos el hecho de que la música es un lenguaje que te comunica, pienso que mientras más lejos llegue el mensaje, artísticamente estarás llevando tus ideas a las masas. ¿El rock es una expresión en algunos casos liberadora, por qué negárselo a todos? Ojalá todos los que oyen Don Omar y Tego Calderón lleguen a mí a pedirme que les gustaría oír lo último de Bloc Party, por ejemplo. Mejor aún, que si les copio “Nuestra” de La Vida Boheme… eso sería un mundo perfecto.


- “Son todos unos idiotas” (La Banda)

Esta es la que me ha dejado en shock ¿cómo saben que son idiotas? La necesidad de odio que muestra la gente es gigante. Aunque hay otros improperios que me reservo para no contaminar visualmente el blog.


La lista podría ir en ascenso, pero de verdad en mi vuelta al blog no quiero extenderme con textos largos.


La verdadera razón que me impulsó este post es que parte de lo que significa consolidar un movimiento está en el apoyo y no me refiero a gustarte cualquier cosa porque sí. Pareciera que hubiese más bandas que público y por ende la necesidad de aplastarse es directamente proporcional a la disminución de espacios para tocar.


Aún no he visto a nadie que vaya al Teatro, Moulin Rougue, Discovery, etc, por el simple hecho de llevar a amigos, familiares, culitos o lo que sea para que salgan a ver la banda de turno. Es casi seguro que no les vaya a gustar el grupo de la noche, ese hábito de odiar por hobbie no se pierde, pero comprarse una birra, estar afuera o en la zona chili, esperar que quienes te acompañaron se disfruten a la banda mientras tu digieres otro sorbo etílico de tu preferencia y hasta tratas de conseguir una fecha a tu también ahogada banda, es una sana solución para no perder tu noche.


Si nos determinamos a usar las noches de salida para compartir, llenar los locales y promover una noches musicales de distracción, llegará el momento en que los dueños de estos espacios se replantearán hasta la forma de selección de opciones musicales venideras.


Me divierte ver a esas bandas que asisten a toques de agrupaciones que odian, solo para ver y que los vean, con la intención de ser parte de esa noche “popular”, un simple paveo rockero del que no logramos escapar. Y digo que me divierte porque en cierta forma ayudan a llenar el local bajo la premisa de “hipocresía, paveo y rock and roll”.


El prejuicio es grande, todos se creen superiores, sobre todo cuando están en el under, es más seguro criticar desde esa posición. Es parte del idealismo barato de una sociedad de rockeros acostumbrados a autodestruirse por convicción, alterados por el éxito momentáneo de quién le toca protagonizar el toque.


Lo peor es la guerra de egos entre todos, tratando de pelearse quién es más famoso que quién en Caracas, porque las verdaderas bandas que no están lidiando con ese circuito under, les preocupa cosas distintas que mirar al de al lado y señalarlos como muestra palpable de que sus males internos no deben ser revelados mientras puedan atacar a otros. Hay mucho público y audiencia por cautivar y se está desperdiciando en riñas intelectuales baratas.


Apoyo el no gustarte todas las opciones del mercado o la ciudad, es una cuestión subjetiva eso de qué banda es mejor y bajo qué parámetros se mide. No hay que apoyar por lástima cosas mediocres, pero hay libertad para otros de que les guste aquello por lo que no sentimos atracción sonora. Yo no soporto a Dream Theater, pero podría ir con mis allegados a ver la suma de virtuosismo que justo cuando empiece a molestarme, aplacará un buen whisky. Tampoco es que a Portnoy le afecte si yo voy o no, la fanaticada es superior a mi poca tolerancia hacia esa banda, pero necesitaba un ejemplo.


Caramelos de Cianuro, Candy 66, Los Amigos Invisibles y Desorden Público, siempre podrán decirle más cosas a la gente que aquellos que no terminan de aceptar que crear una banda es el inicio de una necesidad de expresarte, ser entendido, oído y llevar el mensaje que te interesa ¿a qué le temen con eso de que lo comercial apesta?


Lo triste de todo este circo de odio e intolerancia entre bandas, con ese dejo de hipocresía palpable, es que como dice Lester Bangs en Almost Famous: “Te los encontrarás a todos de nuevo en su largo viaje hacia la mitad”. ¿Por qué no unen fuerzas, separan sus diferencias y honestamente se ayudan a consolidar toda una escena musical?


La verdad es que alguien tiene que hacer el trabajo sucio de la crítica y decidí tomar el puesto un rato y no por eso odio a las bandas ni a sus músicos… “Digo yo… no sé”.