No niego los errores propios del ser humano, es decir, puede que en víspera del cierre de página en la redacción, confundan el nombre del bajista o en vez de colocarle al disco el título real, hasta usas el del sencillo promocional. Los errores suceden, los involuntarios sobre todo. Gracias le damos al derecho a réplica que nos da la felicidad de enmendarlos. Todos contentos al final.
Por allí se cuelan los lectores cultos del inglés, quienes pelean por el apóstrofe en la canción de culto de sus bandas, omitida por el corrector de turno. ¿Pueden creer que son capaces de aprender cómo se escribe una canción en inglés y hacen un vulgar y despiadado reclamo con errores ortográficos en español? Su habilidad en dar por sentado la ineptitud e ignorancia de un periodista en materia musical, solo porque le faltó una “s” escrita a la canción, es bárbara,.. entre los ejemplos abundantes que uno ve por allí.
Acepto todos mis errores cometidos, me declaro culpable, pido disculpas a las bandas que he omitido o agregado, por error involuntario, sus nombres o lo que fuere, víctima quizás de una trasnochada faena de escritura musical. No me excuso, me disculpo con la honestidad que me gustaría conservar con los años.
Entonces creo que viene mi parte ¿acaso no puedo exigir mi derecho a réplica cuando un baterista, bajista o guitarrista se pela? ¿Acaso debo quedarme callado y no reclamar cuando el cantante llega borracho a un concierto porque le parece que así lucirá más rockero que todos sus colegas músicos?
Pienso en la terrible falta de respeto, lo caradura que llegan a ser cuando te vuelven a invitar a otro toque y encima piden apoyo en los venideros conciertos. Una cosa es malgastar el tiempo tocando en los ensayos, con amigos muy cercanos, solo por la ya consciente idea de que “iremos a pasarla chévere”, sin ningún propósito trascendental que reunir a una posible cofradía de seguidores justificando su ausencia de profesionalismo con chistes trasnochados, comunes y aderezados con un nivel etílico en detrimento de las razones por las que uno elije asistir a un local nocturno, inspirado por el inocente impulso de apoyar la escena venezolana.
La inspiración de un músico hacia su público es directamente proporcional a la dedicación y respeto en tarima, así como en la calidad musical que presenta. ¿Tenemos que cultivar los vicios repetitivos por los que un alto porcentaje de bandas se refugian en la sempiterna y desgastada frase del “apoyo nacional”, solo para alimentar el ego de un sonido cute and paste mal interpretado y desafinado?
Me gustaría pensar que cuando un baterista/guitarrista/bajista se equivoca en tarima dirá :“disculpen, volveré a tocar el tema por respeto a los que pagaron”. Sería halagador que el cantante deje a sus músicos jammeando mientras va y afina su voz en el camerino o intenta equilibrar su evidente desnivel alcohólico y no tratando de sacarle provecho a su petulancia rockstar.
Ejemplos como el de la gira de Radiohead, en West Palm Beach, Florida, cuando entonaban “Weird Fishes/Arpeggi” y hubo algunas fallas, hasta que el propio Thom Yorke decidió repetirla para que quedara mejor. Recuerdo la frase de Eddie Vedder en el concierto de Pearl Jam de San Sebastian, España, cuando Mike McCready hizo algunas malas notas en "Alive": “Se supone que somos una banda profesional”, el solo de guitarra a continuación fue una de las locuras psicodélicas en directo que Mike se le ocurrió hacer para enmendar su culpa. No es que los justifique del todo, pero tener el valor de rectificar en vivo, arriesgando la posición de súper bandas, en el fondo es hasta inspirador.
El ciudadano común también reclama disfrutar el equivalente a lo que paga por una presentación en ciertos recintos ¿Acaso no debería yo exigir mi derecho a réplica por todas las veces que suenan mal en tarima? Digo yo… no sé.